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Probablemente pienses que este tema es poco relevante pero desafortunadamente la historia pasada y el presente nos deben hacer repensar, la magnitud del problema. Hace años cuento a mis alumnos de máster al comenzar este tema la épica y trágica historia de Tom Simpon. Corría el 13 de Julio de 1967, se disputaba la edición número 54 del Tour de Francia, cuando el campeón del mundo británico, a pocos kilómetros de alcanzar el Ventoux, cuando fatigado por lo que creía ser un golde de calor, apeó su bicicleta al mismo tiempo que llamó al médico del equipo. Tras descansa, montar de nuevo e intentar pedalear, Tom cayó al suelo y desgraciadamente no volvió a levantar, un paro cardiaco terminó su vida. En aquellos momentos de la historia del deporte, muchos deportistas para mejorar su rendimiento, atenuar el daño muscular, usaban antes de competir la mezcla de brandy con anfetaminas. La mezcla, lejos de su propósito, terminó con la vida del ciclista. Era común en aquellos momentos el uso de estas sustancias. El alcohol era utilizado como una especie de analgésico. Hoy sabemos que el alcohol tiene propiedades analgésicas lo que puede contribuir como muestra una revisión sistemática y metaanálisis que personas con dolor abusen de el, a pesar, de sus tremendas y devastadoras consecuencias sobre la salud.
Realmente esto no es nuevo, Hipócrates aconsejaba en los antiguos juegos a los atletas emborrachase una o dos veces para curar los músculos doloridos. Hoy seguimos viendo que el dolor muscular convive con muchos deportistas. Por ejemplo, un estudio realizado con jugadores de rugby, deporte con muchos cambios de dirección, aceleraciones, desaceleraciones, impactos y por tanto daño muscular, los deportistas conviven con dolor durante toda la temporada. Esto es tremendo, observándose que, aunque el cénit de dolor se alcanzaba a las 24 horas del partido, cuatro días después seguían doliendo. Esto cobra más importancia cuanto observamos que hacen los deportistas para atenuar el dolor. El uso de opiáceos y antiinflamatorios no esteroideos (AINE) son utilizados de forma regular en entornos deportivos para el manejo del dolor. De forma aguda, por prescripción médica, no tienen porqué representar un problema. Sin embargo, cuando se toman de forma crónica los efectos secundarios no son nada desdeñables. Nauseas, dolor de cabeza, estreñimiento, trastornos del sueño, trastornos y lesiones gástricos, etc. Algunos deportistas han salido en prensa hablando de los problemas ocasionados por el uso frecuente de estos fármacos para aliviar el dolor. En estudio realizado en futbolistas se observó como la mitad de los jugadores de fútbol que se incluyeron usaban AINE e incluso, un tercio de todos los jugadores los usaban antes de cada partido con independencia de si jugaban o no. Más recientemente, y con el fin de atenuar fundamentalmente el dolor y mejorar el sueño, diferentes deportistas están acudiendo al uso de otras sustancias alternativas a los fármacos. Por ejemplo, una de las más populares en los últimos años es el CBD o cannabidiol. Un estudio realizado con jugadores de Rugby ingleses se mostraba como el 41% de los mayores de 28 años consumían CBD. El 80% lo hacía para controlar el dolor. Sin embargo, y sin entrar mucho en detalle – esto nos dará para una próxima entrada- se deben tener ciertas precauciones con su uso.
Hablando de dolor muscular, el primer reporte que encuentro que nos hablar de ello en la literatura científica data de 1902. Theodore Hough nos decía que “cuando un músculo no entrenado realizaba una serie de contracciones contra un resorte fuerte, con frecuencia se produce dolor que no puede considerarse un fenómeno de fatiga pura”. Podría ser la primera definición del dolor muscular de aparición tardía (DOMS), aquello que mal llamamos agujetas, y que es una de las posibles consecuencias del daño muscular.
Pero, tras conocer el problema creo ya era hora de definir que es el daño muscular inducido por el ejercicio. El Dr. Owens y col. lo definen como “fenómeno transitorio causado por un ejercicio dañino no acostumbrado que se caracteriza por el daño muscular de las miofibrillas y la inflamación secundaria que resulta de la infiltración de leucocitos en los tejidos”
En definitiva, si mirar lo que puede ocasionarte el daño muscular si eres deportista esto va desde dolor muscular de aparición tardía, deterioro de la función muscular con pérdida de fuerza y por tanto del rendimiento, edema en la extremidad afecta, aumento de las proteínas intramusculares en la sangre, disminución del rango de movimiento, alteraciones miofibrilares e incluso, aunque menos conocido, aumentos de la tasa metabólica basal. Imagínate levantarte con una tasa metabólica en reposo de 231 Kcal más. Esto fue lo que observaron Hudson y col. en jugadores de rugby la mañana siguiente al juego. Debido al daño muscular su TMR aumentó, en algunos el aumento fue de aproximadamente 1000 Kcal. Se que ahora estará pensando en antes del verano apuntarte a un club de rugby, pero quizás no sea la mejor opción.
Pero ¿cuáles son los mecanismos que conducen al daño muscular?
Probablemente, si vas al gimnasio has oído la vieja expresión de “fase negativa” haciendo alusión, por ejemplo, cuando realizas una extensión del codo con una barra. Sin embargo, esta acción de bajada con la barra genera el estiramiento de toda la maquina contráctil del músculo. No es la única acción donde se produce, también al bajar una cuesta, en los cambios de dirección, frenadas y aceleraciones en deportes como el futbol, en deportes donde existen colisiones como el rugby o también en el tenis debido a las vibraciones de la raqueta.
Normalmente, los mecanismos que conducen al daño muscular se agrupan lo que se conoce como daño muscular primario y secundario. El daño muscular primario se caracteriza por los efectos que ejerce la tensión mecánica sobre la fibra muscular. El estiramiento genera daños en la matriz celular, membrana de la célula muscular y de toda la maquinaria contráctil, alterándose también el proceso de excitación contracción. Aquí ya a comienzan a liberarse sustancias como la bradiquinina que generan la expresión de genes cuyos productos (ej. Factor de crecimiento neural) estimulan a los nociceptores generando la percepción de dolor.
A este daño muscular primario le sigue una cascada de eventos inmunometabólicos que caracterizan al daño muscular secundario. La entrada de calcio activa a las calpaínas, proteínas que inician la degradación de otras proteínas para ser eliminadas, a la fosfolipasa A2 que libera al ácido araquidónico de la membrana para producir mediadores inflamatorios como las prostaglandinas y también se producen especies reactivas del oxigeno y el del nitrógeno. El influjo masivo de calcio no es posible “amortiguar” por las mitocondrias, lo que ocasiona disfunción mitocondrial. Pero, además, en toda esta fase, nuestro sistema inmune innato va a comenzar a trabajar mediante la respuesta inflamatoria, mediada fundamentalmente por los neutrófilos y macrófagos (M1), liberando sustancias, comiéndose (fagocitando) los restos celulares y dando paso a una respuesta antiinflamatoria y reparadora protagonizada por otros macrófagos (M2) quienes, entre otras bonitas acciones de reparación, comienzan a llamar a las células conocidas como satélite. Estas células cumplen una función fundamental en el proceso de regeneración del tejido dañado. Por tanto, los macrófagos M1 y M2 parecen orquestar la respuesta miogénica del músculo después de un microtraumatismo. Más recientemente, en la revista Science se publicó un artículo donde más allá de la reparación mediada por células satélite existe un mecanismo alternativo donde los mionucleos pueden migran dando ARNm y con ello generar proteínas de forma rápida para reparar los sarcómeros dañados.
Todo un mundo apasionante el de la reparación muscular tras el daño. Sin embargo, lo que te preguntarás es si la nutrición puede hacer algo frente a ello. Te lo contamos en una nueva entrada.
Autor: Fernando Mata
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Máster oficial en Biomedicina. Máster oficial en Fisiología Integrativa. Master en Nutrición Deportiva y Clínica. Nutricionista Deportivo (D-N). Certificado y Miembro de la Sociedad Internacional de Nutrición Deportiva, Autor de más de 50 artículos científicos y capítulos de libro. Coautor de libro Nutrición Deportiva Aplica: Guía para optimizar el rendimiento. Y autor del libro: “Comer para ganar” Profesor en varios posgrados y master en varios países. Investigador en el área de nutrición y suplementación aplicada al rendimiento, CEO de Nutriflick y director de la Clínica NutriendoT Córdoba.