Autor: Fernando Mata
A principios del siglo XIX en algunas zonas de Asia existía una elevada incidencia de una enfermedad que afectaba a los nervios y cursaba con debilidad muscular, pérdida de sensibilidad, insuficiencia cardiaca y dificultad para respirar. Esta enfermedad, afectaba sobre todo a los más desfavorecidos, como era el caso de los campesinos cuya base de la alimentación era el arroz que solían moler en las casas más tarde en los molinos. Pero no eran los únicos, el ejército y los marineros también se veían afectados por esta enfermedad.
En China y más tarde en Japón, atribuían la enfermedad a “miasmas” que surgían del suelo en ciertas zonas húmedas, esta enfermedad era conocida como kakké.
La primera carta sobre el kakké, o beriberi como fue llamado posteriormente, parece fue escrita por un sacerdote portugués en 1580, en las islas Molucas (los portugueses fueron los primeros occidentales en establecer colonias en las Indias Orientales, expulsados en el siglo XVIII por los holandeses). En la carta, se refería a otro sacerdote que padecía la enfermedad conocida localmente como “bere bere” caracterizada por debilidad en las piernas, de forma que perdía tanto sus fuerzas y sensibilidad que ni siquiera podía darse cuenta de que su sandalia se le había caído mientras caminaba.
Tiempo atrás, en 1894, Takakim, cirujano de la marina japonesa, sugirió que la enfermedad estaba relacionada con la dieta. Cuando agregó leche y carne a dieta de la marina disminuyó la incidencia de la enfermedad.
Casi al mismo tiempo, los holandeses, que tenían la Colonias de las India Orientales, querían poner remedio a esta enfermedad que hacía estragos entre sus ejércitos y la cual que creían estaba causada por algún “germen” desconocido. Eran tiempos para mirar los “gérmenes” dada la reciente expedición que Robert Koch hizo desde Alemania a Egipto donde consiguió aislar la bacteria causante del cólera.
Aunque algunos otros atribuían la enfermedad a una deficiencia nutricional, Cornelius Pekelharin apostillaba en otra dirección:
“…El beriberi ha sido atribuido a una alimentación insuficiente y miseria; pero la destrucción del sistema nervioso periférico a tan gran escala no es causada por el hambre o el dolor. La verdadera causa debe ser algo que viene del exterior, pero ¿es un veneno o una infección? …”
Dicho y hecho, había que encontrar al germen causante de la enfermedad que estaba afectando a los ejércitos y marina holandesa. Tres fueron enviados tres científicos, C. Winkler, C. Pekelharing y a un joven médico militar, Christiaan Eijkman, quien tiempo antes había estudiado con R. Koch.
Tras ocho meses, la búsqueda del “germen” parecía no dar resultado. Las inoculaciones de sangre, saliva y tejidos de pacientes enfermos o fallecidos a animales no les hacían desarrollar la enfermedad. Pero a sus tan solo 30 años de edad, Eijkman, no cesó en su empeño (empeño que le llevó 40 años después a un premio Nobel) y continuó experimentando con sus gallinas e intentado ver si la enfermedad que ocasionaba en los animales un paso tambaleante, dificultad para ponerse en pie y morir, tenían un agente infeccioso como responsable.
En las autopsias que les realizó encontró que existía degeneración de los axones. Eijkman tuvo la agudeza de darse cuenta de las semejanzas de los síntomas de la neuritis que sufrían las gallinas y los de la degeneración neuronal que ocurría con el beriberi. La polineuritis, como Eijkman llamó a la enfermedad, no se les transmitía a las gallinas sanas cuando se encontraban en la misma jaula de las enfermas. Además, curiosamente muchas de las gallinas enfermas dejaron de estarlo tras un periodo de tiempo. Aquí, Eijkman mostró la mente de un gran científico. En vez de tirar la toalla analizó cuáles eran las variables cambiaban en las sanas con respecto a las enfermas. ¿Qué había pasado? Eijkman preguntó al señor que cuidaba de la comida de las gallinas y sorprendentemente descubrió que habían tenido un cambio en su dieta. El buen señor alimentaba a las gallinas con arroz blanco que le daban de las sobras de un hospital militar cercano. Sin embargo, al dejar de regalar el cereal, el cuidador tuvo que comprar arroz sin descascarillar, considerado de peor calidad, y también más económico.
Tras discutir los resultados, se dirigió a la prisión de Java, junto con su colega el Dr. Adolphe Verdeman, médico inspector de prisiones, siguió haciendo estudios observaciones sobre el beriberi analizando la dieta de los presos que estaba bastante medida y se basaba en arroz blanco sin cáscara, pimiento picante y algunos vegetales. El 75% del grano que se daba era sin cáscara lo que se vio afectaba a 1 de cada 39 presos en el desarrollo de la enfermedad mientras que solo a 1 de cada 10000 de los que comían el arroz integral la desarrollaban.
Sus experimentos continuaron y consiguió aislar lo que llamó “factor antipolineuritis”, extraído de la cáscara del arroz. Concluyó que en la cáscara del arroz existía este factor soluble que actuaba como antídoto para el microbio del beriberi. Por tanto, Eijkman seguía creyendo, a pesar de todo, que el origen de la enfermedad era un microbio y que el arroz con cáscara contenía alguna antitoxina que anulaba la toxina liberada por algún microorganismo.
En 1901, otro médico holandés llamado Gerrit Grijns, con tan solo 17 años de edad, siguiendo los trabajos de Eijkman, dio por primera vez una explicación correcta para la curación del beriberi mediante los pulimentos del arroz. Fueron varios los experimentos que llevó a cabo, escribiendo su famoso párrafo “En varios alimentos naturales se encuentran sustancias que no pueden estar ausentes sin dañar gravemente el sistema nervioso periférico…estas sustancias se desintegran fácilmente lo cual demuestra que son sustancias complejas y no pueden ser reemplazadas por compuestos químicos simples” Grijns sugirió por primera vez que el beriberi era producido por la dieta.
En 1906, ambos, Eijkman y Grijns escribieron “Hay presente en el arroz sin pulir una sustancia diferente a las proteínas y la sal, la cual es indispensable para la salud y cuya pérdida causa polineuritis nutricional”
Jansen y Donath en 1906 y Funk en 1912 reportaron el aislamiento de la sustancia aislada del material pulido del arroz que curaba el beriberi. Funk llamó al material “vita amine” o vitamina. En 1926 Jansen y Donath aislaron aún mas material cristalino, sustancia que curaba la polineuritis en las aves, y Jansen llamó aneurina; su trabajo les costó, según el propio Jansen solo había una cucharadita en una tonelada de salvado. Otros términos han ido apareciendo para la que hoy conocemos como tiamina o vitamina B1, por ser la primera en descubrirse, como orizamina, torulina, polineuramina, vitamina F, vitamina antineurítica y vitamina antiberiberi.
Máster oficial en Biomedicina. Máster oficial en Fisiología Integrativa. Master en Nutrición Deportiva y Clínica. Nutricionista Deportivo (D-N). Certificado y Miembro de la Sociedad Internacional de Nutrición Deportiva, Autor de más de 50 artículos científicos y capítulos de libro. Coautor de libro Nutrición Deportiva Aplica: Guía para optimizar el rendimiento. Y autor del libro: “Comer para ganar” Profesor en varios posgrados y master en varios países. Investigador en el área de nutrición y suplementación aplicada al rendimiento, CEO de Nutriflick y director de la Clínica NutriendoT Córdoba.